En mis sueños
el frío sigue siendo hermoso.
Escribo poemas verdaderos
desde la suavidad de la garra
y hablo el idioma de los delfines.
Vuelo sobre la tierra que me vio nacer
con plumasverbo de mis ancestros.
Veo voces que no me escuchan
y bailo, una a una, las notas
del silencio.
Pinto cuadros desnudos
que hablan de mis vestimentas.
No me duele nada,
ni siquiera el sueño.
La semana pasada
saboreé el éxtasis del sol
en la cúspide de tu sexo.
Y hoy, el primer beso,
bajo un paraguas de lluvia.
***
Todo eres tú y tú no existes,
ni tu olor ni el olor de una casa vieja de pueblo
llenan mis recuerdos.
La inocencia, avergonzada,
amenaza con desvelar sus secretos.
Del burro de la esquina
tan solo queda el lodo
de una orina agria.
Los poemas de Bécquer
han enmohecido en las estanterías
de mis gemidos
y de tus dedos en mi piel
solo queda una guerra
o un beso y medio.
Un grito que llama y se despide
en las fauces de una cereza
y una sola imagen
para todo lo que es mío
y no me pertenece.
***
Mi no llamada telefónica
no te pilla por sorpresa.
Te cuento que nunca te he dicho
todo lo que sentía.
Hablo deprisa, sin esperar respuesta
por miedo a que me cuelgues.
Una conversación ajena
interfiere la línea.
Hablan de añoranza y futuro,
del amor que expresarán sus besos.
Sus palabras se vuelven dedos
que mordisquean la piel
y la excitación se pavonea provocativa.
El teléfono sigue desvelando
citas y palabras rojas
entre jadeos de jaguares y sandías.
Fuera de nosotros
la simbiosis culmina en un estallido
que lo alcanza todo.
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