EL OTOÑO bajaba como una espesa baba amarillenta
a los recintos sumergidos del alma. ¿Y cómo no
entregarse así a la embestida ciega de las sombras?
***
DE TU ANEGADO CORAZÓN me llega, como antes tu
voz, el vaho oscuro de la muerte. Habítame con ella.
Ni siquiera la muerte pueda de mí jamás arrebatarte.
***
YO CREÍ QUE SABÍA un nombre tuyo para hacerte
venir. No sé o no lo encuentro. Soy yo quien está
muerto y ha olvidado, me digo, tu secreto.
No amanece el cantor / Tusquets editores
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