martes, 2 de julio de 2019

9 poemas de Nicolás Bertelsen Román



CANCIÓN DE ANCLA

En una canasta de olas despiertas,
oscilada perla de mis días.

Serrín tus labios,
castigo los sonidos limpios,
como de arco tensado desde la luna a una mota,
todo un mismo giro, todo una misma ancla.

Levemos pues.

***

CARGA DE FAROS

Espuma tus ojos revientan
sin auxilio y con rueda
ciclón de juego y de tierra.

La cara va dejando
un poso como fragor
una métrica
reciente como una lanza
en la que aplastar el cuerpo y la sangre
en la que suprimir la mirada por redonda
y desertar lo suave de un pico de ámbar,
su futura y única madera.

Caminan los fosos levantando una marea de arrozales
donde el sol se agacha
y teje su palpitante mano de hombres
indistinguibles, reencarnando el uno en el otro
cuando uno apenas pone distancia
y un borroso ganado de hierbas
gana el charco, enmudece las sombras.

Aún conseguiré el pasado por detrás,
lo empujaré por las olas,
doquier, como una salsa o una savia,
mis hombros de teatro
abordo una chaqueta de vino;
un tambor de puntas, un rododendro
sin fuerza para colgar
en la puerta
el agua de la sortija, su propia verde
picoteada arma de interiores.

***

CENOTAFIO

A cada viaje el hemisferio olvida
el ajetreo cabizbajo de los regresos
que como una mula de intensidades
aflojada cántaro a cántaro
en una ristra de blanco,
va exigiendo al silencio un órgano
como un continuo naufragio de ramas.

A cada viaje el olvido ensancha
el derrocado, en la tinaja,
bucea en la harina de sus pulmones.
Y la miel se hace masilla o bidones
y las torres se elevan
sin crecer su piedra.

De noche, en una zanja
se bifurcan los colores
y la cavidad se sacude como si alguien
soñara dentro, sin párpados
casi el garaje de su trino,
casi la cosa sin la bóveda
casi la ausencia con la letra.

Unas maracas flotan el silencio
el lodo sube
el ave es todo tallo
y el amanecer se tiene que pasar por aduanas
de hierro
y cristal.

Por encima
de toda respiración.

***





SANGRE SIN VENAS

Regreso, establecido de alarma,
mi cuello una garganta
la garganta, las palabras.
y las palabras, prisa de belleza.

Se me sueltan de joya los labios,
se me sube de carne el pelo
y la corona late trenzada.
Mi corazón es un corazón embudo
sazonando el instante de flor de tu gesto.

Cavo de ti, es decir, de mí,
a puñados dorado el nivel de tu ojo;
las longitudes de té del tiempo
se han tumbado de tu costado,
se mastica el agua en azahar de chocolate
toma a sorbos, como una orilla,
mi ojo la clara en vilo de tu pecho marmóreo
y suspira.

Atrozmente enamorado,
pero como la sangre sin venas
un efecto de plasma,
una luz de repisa;
sin vuelo y sin túnel,
lava detenida.

***

AVE DE HORIZONTE

Cuando mi noche pese lo mismo que un casco
en cuanto quede por estar al cielo
estaremos.

***

FRESA EN LANZA

Donde se tiende a llorar el rocío
y tu frente tiende a ser otra frente,
empuja un colirio de enjambres
la piedra perfecta hacia tu flor de saliva;
ternura rueda en monedas hacia mi mano fresca
y de mi boca emana aún la fronda de tu pecho.

Montaña con rabia, polvo de tila
y sequía de rábano,
cólera arrodillándose hasta la fresa de sus rodillas,
candado de espuma con vuelta de fantasma,
de todo a todo he decaído.

No te encuentro.
Comprimo un tonel de aire en un puño
y lo expiro en el otro. Nada.
Cárcel sin cárcel, con sólo nombre.

Dedos en paisaje de garfio,
melena con éter de trama;
fuego doblado tantas veces en el bolsillo
como frío empuña y mata.
Nada.
Y redoblan ayeres hasta el valle y lejos
y el piso se rodea de pena
como un monóculo entero y macizo de céspedes.
Nada.

Donde se tiende a llorar el rocío
y tu frente tiende a ser otra frente,
encuentro ahora despedazado el anillo
y en fuga las ramas.

***


ODIO

Calculo maldiciones con el terror de mi sombra.
La desidia de la piel sobre el olor,
de un aire de caja como la única sonrisa del pulmón,
del lecho disparado círculo
que da tumbos
y tumbos de ovillo de galope.
La ley bufanda en el cuerpo azotadísimo del verano.

Murmullo mis imprecaciones:
el horror de unos dientes de oro
y de las uñas jeroglíficas
en el rincón más madrugable de avería,
un traje de zarpa y un ungüento de sollozos
empujados hasta la bodega del tuétano
y trajinados a un buque de complexiones
paquituertos, ñupiformes, esplendosillos.

Duelo y tiemblo y gimo con un cuerpo doble:
no me caben los dedos en mis dedos
que mi cabeza ahora es un hoyuelo
y si entrechoco mi anverso y reverso
-asi, observándome desde fuera-
lluevo como de suelo arriba.

***

ALERGIA

Basta un ojo de sabueso,
un cariado yunque de olmo,
que las narices piden su otoño,
danzan que danzan la fiebre, que llega llena!

Detente,
mastín, en las rabias de primavera
a husmear.
Piénsatelo,
piensa.

Al caer está
un meticuloso laberinto indigesto
que los adoquines hechizan de lado
como si fueran pasos.

Borrascas de lino apenas, quizás,
en el temporal perpetuo de zarandearse
y vino
que es el Sol sobre la diana única de este momento.

¿No podría ser un altar tu rostro, viña,
que de pasear tus rasgos se hacen rojos
y altos,
chisporroteantes?

En el coro de las heridas
no hay sin una:
primavera;
y es que tiemblo el rosetón más curvo imaginable,
la sangre.

***

AVE DE TAMBOR

El ritmo le debe al ritmo
olas del mar.

***


Poemas inéditos de Nicolás Bertelsen Román
cedidos por el autor.
Desde aquí y por siempre
GRACIAS